lunes, 15 de diciembre de 2008

Teodora emperatriz de Bizancio

Uno de los ascensos más rápidos de la historia fue el que
protagonizó una joven cirquera y prostituta a quien hoy conocemos como la emperatriz Teodora de Bizancio, quien supo sobreponerse a su pasado hasta tal punto que gracias a ella su marido pudo continuar reinando cuando se presentaron dificultades en el imperio.
Nacida hacia el año 502 de la era cristiana, era la hija de un cirquero llamado Acacio que poseía varios osos amaestrados. No se sabe exactamente si Teodora nació en la isla de Creta o en Siria, en cualquier caso se sabe que Acacio trabajaba en el hipódromo de Constantinopla, donde era mimo y amaestrador de osos.
Dado que de todas maneras la profesión del show business no estaba muy bien vista para las mujeres, Teodora desde muy jovencita comenzó también a ejercer el oficio más viejo del mundo para complementar sus ingresos. Se cree que Teodora perdió su «sello de garantía» con un comediante llamado Filippo mientras esperaban su entrada al escenario. Algunas de las actuaciones más famosas de Teodora era la de montar semidesnuda encima de veloces caballos, y en varias ocasiones le ponían gansos salvajes a recoger frutas y granos sostenidos por la muchacha en su entrepierna. Teodora parecía no conocer el miedo, y esa característica habría de servirle de mucho en el futuro.

A los 16 años, Teodora se fugó del circo como amante de un oficial del ejército. Ecebolo, su amante, la conservó a su lado durante cuatro años pero luego la dejó sóla y embarazada en Egipto y es que al parecer el oficial tenía serias dudas en cuanto a la paternidad del hijo que esperaba Teodora.
Desengañada y triste, optó por refugiarse en la luminosa Alejandría, lugar en el que conoció a Severo, líder de la secta cristiana de los monofisos, quienes creen que Jesús no fue mitad divino y mitad humano, sino que le adjudican a Cristo características completamente divinas.
Convertida a esta doctrina, regresó a Constantinopla para trabajar como hilandera en un taller cercano al palacio donde moraba Justiniano, sobrino del emperador Justino y heredero del trono bizantino.
La casualidad quiso que una antigua amiga suya amante del general Belisario (hombre de confianza del futuro emperador), la pusiera en contacto con las yet set del Bizancio de la época. En esos ambientes fue donde conoció a Justiniano, que quedó prendado por su belleza e inteligencia. De inmediato se convirtieron en amantes y, en pocos meses, Teodora pasaba de los infiernos del circo a lo más alto de la escala social del Imperio Romano en Oriente, a pesar de que existía una ley que prohibía que la realeza y los nobles se casaran con prostitutas, sirvientas o mujeres de orígenes dudosos.
Tras haberseles negado en tres ocasiones el derecho a casarse, sobre todo por intrigas de la tía de Justiniano (una auténtica bruja llamada emperatriz Lupino), por fin pudieron contraer matrimonio y tras la muerte del emperador Justino, Justiniano accedió al trono y con él su flamante esposa, de 27 años de edad.
Una vez que se vio convertida en esposa del monarca, Teodora hizo saber que era algo más que la esposa del emperador, y para ello tomó cartas en distintos asuntos destinados a mejorar la calidad de vida de las mujeres del imperio bizantino e influyendo en su esposo Justiniano para que codificara el derecho romano en el "Corpus Juris Civilis".
Inspiradas por ella aparecieron leyes que defendían la igualdad de la mujer, el derecho al divorcio, la prohibición de castigos por adulterio, el reconocimiento hacia los hijos bastardos y la defensa de sus derechos de herencia, la imposición de penas para los violadores, la posibilidad de abortar y la prohibición de la prostitución forzosa. Además, se encargó de crear planes de rescate para jóvenes que habían sido prostitutas, rehabilitándolas para otros oficios. Tambien promulgó leyes que permitieran que las mujeres pudieran ser propietarias y heredar sumas de dinero o propiedades y además mejoró el sistema de atención a la salud femenina.
Justiniano siempre atendió a los consejos sabios de su mujer, y pronto prefirió escoger asesores de humilde origen pero de gran inteligencia antes que a corruptos nobles. Y fue a causa de esto que el rebelde Procopio concibió un odio visceral en contra de Teodora, acusándole de hacer cornudo a Justiniano y de manejarlo como títere. Además, afirmaba que Teodora engañaba a su pelele marido recurriendo a toda suerte de malos trucos aprendidos en su oficio de meretriz, y las malas lenguas afirmaban que Teodora fue además precursora del strip tease, el cual se lo ejecutaba a Justiniano hasta quedar solamente vestida con joyas.
Desde el 4 de abril del año 527, Teodora gozaba al máximo de su poder. Es por eso que cuando se dio la revuelta de Nika, mostró de qué pasta estaba hecha. Dos grupos políticos, rivales entre sí, comenzaron un alboroto en el hipódromo. Luego prendieron fuego a varios edificios gubernamentales y proclamaron a un nuevo emperador. Justiniano y sus oficiales no pudieron controlar a la muchedumbre, y ya estaban listos para arrebatar el trono a Justiniano cuando Teodora armándose de valor, lanzó un discurso en el que habló de su marido como de un hombre que moría como líder por encima de otros que habían vivido como cobardes, y la gente se conmovió. Ipso facto, Justiniano dejó de actuar como un cobarde y se lanzó a atacar a los rebeldes con su ejército. Unos 30 mil rebeldes murieron en el Hipódromo, saliendo Justiniano como victorioso en gran parte por la valentía y el coraje de su hermosísima esposa.

Además de todo esto Teodora impulsó el embellecimiento de la ciudad de Constantinopla, construyendo puentes y acueductos además de 25 iglesias, entre ellas la de Hagia Sofía. Teodora además protegió a los miembros de la secta monofisita, llegando a instalar como patriarca de Constantinopla a un mandamás de esa secta. Teodora además fue una genuina reformista social y una verdadera mecenas del arte sin necesidad de bombo y platillo o de estafar a ninguna entidad financiera.
En 548 se le manifestó un incontenible cáncer de pecho que en pocos meses le arrebató la vida. Tenía poco más de 40 años y había logrado entrar en la galería de personajes más relevantes y decisivos de la Historia. Su cuerpo fue remitido a la Iglesia del Santo Apóstol, uno de los templos más espléndidos que ella y Justiniano habían mandado a construir.

Bellos mosaicos que rememoran la belleza de Teodora aún existen en Ravena, Italia. Justiniano quedó deshecho a la muerte de su esposa, e incluso una secta de cristianos la considera una santa cuya fiesta se conmemora el 30 de diciembre. Para otros, entre ellos Procopio, Teodora fue una ramera oportunista que manipuló descaradamente a Justiniano. Sin embargo, la influencia de esta preciosa y audaz mujer sigue sintiéndose incluso hoy en día en las obras de feministas y amantes de las letras que han sabido recoger su ejemplo.

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